Las nuevas tecnologías garantizan un «enfoque real» para el futuro del campo en España, aunque queda un largo camino por recorrer, afirmó la experta en agrointeligencia Rosa Barreiro, ante las movilizaciones en el país de un sector agrícola aquejado por problemas de fondo, como el cambio climático o la falta de relevo generacional.
Es interesante poner el foco en la importancia de la digitalización y la tecnología como elemento fundamental para el futuro del sector agrícola, ya que serán estas las que garanticen un enfoque real hacia la eficiencia, la rentabilidad y la sostenibilidad del campo en España», aseguró Barreiro, responsable de servicios digitales de la multinacional de agrotecnología Hispatec.
La aplicación de estas tecnologías, como la big data, la inteligencia artificial o el análisis de datos procedentes de satélites y drones, «sería la puerta de entrada idónea para mejorar la calidad de los productos agrícolas, aumentar la producción, evitar la pérdida o la merma en las cosechas y, con todo ello, impulsar la rentabilidad y sostenibilidad de las operaciones agrícolas».
«Sostenibilidad económica, medioambiental y social«, precisó la experta, licenciada en matemáticas con más de dos décadas de experiencia y especialista en macrodatos y transformación digital, especialmente para el sector agroalimentario, en España y Latinoamérica.
La crisis climática, el descontrol sobre una posible sobreproducción o infraproducción y el desconocimiento de cómo se van a comportar el mercado y los consumidores son factores que tienen una incidencia directa en los problemas actuales del campo. En este punto, las nuevas tecnologías pueden contribuir «a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y conocer con varias semanas o meses de antelación, dependiendo del tipo de cultivo, qué volumen se va a producir o de qué calidad y tamaño, lo que permitiría a los agricultores adecuar la cadena logística, por un lado, y negociar los precios de venta, por otro».
Además, añadió Barreiro, ayudarán a reducir notablemente «el consumo de agua para el riego (además de la energía necesaria para llevar el agua a los cultivos), o minimizar la aplicación tanto de fertilizantes como de fitosanitarios (sustancias que evitan la aparición de hongos y plagas)».
Hasta hace poco, «apenas contábamos con el conocimiento histórico de las explotaciones relativo a las campañas anteriores o al manejo aplicado a la producción agrícola, que residía en muchos casos en la experiencia y memoria de los agricultores».
«Gracias a la digitalización, la sensorización y la aparición de nuevas tecnologías, hoy por hoy estamos en disposición de contar con muchos más datos además de esos históricos, como los datos climáticos, los datos internos de los sistemas de riego o de producción, los datos de manejo de las explotaciones (podas, riego, aplicación de insumos, tiempo de cosecha)», subrayó. Hay información, además, «procedente de sensores en los cultivos (en el suelo, las hojas, el tallo de las plantas, la maquinaria agrícola), imágenes satelitales o de drones, datos procedentes del mercado (precios, tipo de consumidores para cada producto y país o región, volúmenes vendidos o demandado)».
De esta forma, las decisiones ya no se basan «solo en la intuición o en la experiencia, sino en datos reales, precisos y de calidad que nos van a permitir anticiparnos, relacionar la producción con las ventas, con la organización del trabajo o la compra de materiales e insumos».
No obstante, aunque hay explotaciones agrícolas, sobre todo las grandes, «que se han convencido y/o se han podido permitir ir introduciendo poco a poco algunas de estas tecnologías, otras están aún demasiado lejos», concluyó Barreiro en diálogo con XinXua