Hace unas cuatro décadas, Shenzhen era apenas un pueblito al norte de Hong Kong. Hoy es la tercera ciudad más poblada de China después de Shangai y Beijing y se transformó en un polo tecnológico mundial.
Con 18 millones de habitantes, la ciudad tecnológica tiene una red de autobuses públicos 100% eléctrica, todo un laboratorio de la transición energética.
Shenzhen, sede de numerosas empresas tecnológicas, electrificó también la mayoría de sus taxis, para transportar a sus ciudadanos en silencio y sin emitir dióxido de carbono.
Los colectivos contribuyen menos al calentamiento global que los coches y los camiones. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima en un 5% la reducción potencial de las emisiones debida a los buses, en un escenario de neutralidad carbono en 2050.
A rendimiento similar, las emisiones de un bus eléctrico en el conjunto de su vida útil (lo que incluye su fabricación y la de su batería) son un 52% inferiores a las de un autobús de diésel, según un estudio específico del Banco Mundial sobre el caso de Shenzhen.
Alrededor de 1.800 cargadores cubren la ciudad. Los autobuses suelen tener una batería de 250 kWh (kilovatios hora). El coste de cargar un autobús ronda los 45 dólares .
Energías renovables: la importancia de la voluntad política
China es el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero y depende de ello en un 60% para la producción de electricidad. Pero el gigante asiático es también el país que más invierte en energías renovables.
En su estudio, el Banco Mundial observa que este cambio «no sólo depende de la tecnología, sino también de la voluntad política».
El país invirtió masivamente en este ámbito, y propició así la emergencia de grandes empresas de vehículos eléctricos como el fabricante automotor BYD, líder mundial en este segmento, y con sede en Shenzhen.
En Guangdong, la provincia de la que forma parte Shenzhen, una decena de ciudades han optado ya por parques de buses 100% eléctricos. La capital Beijing y Shanghai van camino de ello.